martes, 14 de enero de 2014

CRÓNICAS COREANAS - 대한민국 (3º día - 2ª)

DÍA 3.-  27 de septiembre, viernes.
 De la visita al Templo de Haein y de gastronomía coreana excepcional.

    La mañana había sido interesante, sin embargo esta tarde, la visita al Templo de Haein, me iba a deparar uno de los momentos más emocionantes de este viaje. Tras recogerme en el hotel, el coche nos dejo a la entrada del templo, junto a unos escalones que daban acceso a una especie de puerta-arco, que es la primera por la que hay que pasar para entrar en Haein-sa. Al pie de la misma nos esperaba el jefe de los guías del templo, la persona que, con mucha amabilidad y paciencia, nos acompañó durante toda la visita, por suerte, esta tarde no era de las más concurridas, de modo que la visita fue sosegada y muy apacible.
      Lo primero que me explicó fue que el nombre del templo, Haein, se podía traducir como "La reflexión sobre un mar sereno", también me contó que la construcción del templo comenzó hacia el año 802, durante el reino de Silla, pero que el año 1817, un terrible incendio destruyo casi todos los edificios del complejo, aunque por suerte no llegó a los que albergaban el Tripitaka.
Explicando el significado del nombre del templo.
      Lo cierto es que los templos budistas están repletos de una simbología para nosotros curiosa. Sin ir más lejos este arco, bajo el que me encontraba, tienen una función de puerta, pues para los budistas las puertas separan el mundo real del espiritual
      Esta primera tenía grabado, no sólo el nombre del templo, sino la suya propia, este arco-puerta se llamaba Iljumoon, por su belleza, armonía y el maravilloso paisaje que lo rodea, incluso para un granadino acostumbrado a la abigarrada ornamentación oriental de la Alhambra, el colorido y entrecruzamiento del maderamen de su cubierta, era un anuncio de lo que me iba a encontrar en las construcciones coreanas. 


Tras el arco, los alumnos de la Escuela de Tipografía de Paju, que conocí el primer día de estancia en Corea, habían realizado una instalación artística en el camino que subía por la pequeña pendiente hasta la siguiente puerta, una intalación englobaba dentro del Haein Art Proyect. En este caso consistía en la colocación de 108 banderolas, un número que, como ahora veremos, se repite en este templo. 108 son los escalones que hay que subir, desde la entrada del templo hasta el edificio que alberga el Tripitaka, y 108 son los pilares que sostiene la techumbre de los cuatro edificios que alojan las planchas, sin duda estamos ante una cifra "mágica".
      La siguiente puerta indicaba con un cartelón, situado sobre ella, que se llamaba Bongwhangum, a través de ella pasamos a un pequeño pabellón con unos gigantescos y amenazadores espíritus, traspasada salíamos al primer patio donde ya pude ver la primera de las pequeñas capillas con visitantes orando.



Un nuevo tramo de escaleras nos hacia pasar bajo una puerta con un cartel que indicaba que su nombre era Haetalmun, por la que entrábamos a una gran plaza rodeada de edificios y donde, al fondo, sobre una plataforma elevada, se encontraba el santuario principal. En esta plaza había una Pagoda de piedra, a su derecha un gran edificio con el símbolo de Haein-sa, que siendo la esquematización de un molino de viento, a los europeos nos recuerda espeluznantemente a la esvástica nazi, pero que, como bien me aclaraba el guía, no deja de ser un símbolo tántrico que invoca a la diosa hindú de la riqueza, la prosperidad y los buenos augurios.


     Sin embargo, lo más interesante de ese patio lo encontramos a la izquierda, hay un curioso laberinto formado por farolillos de colores y un pabellón con tres gigantescos instrumentos musicales, una campaña de bronce, un tambor y un gong que se toca con un pez. Según explicaba el guía, estos instrumentos simbolizan la unión de este espacio sagrado con el infierno, la tierra, el aire y el agua, de manera que cada instrumento tiene su propio nombre y significado. La campaña o Brahma tiene la función de aliviar la existencia a todos los seres que se encuentran en el infierno, liberándolos del sufrimiento cada vez que la misma es tañida, ya que cuando se toca el fuego se apaga. Por esta razón es tocada al día sesenta y una veces. El tambor o Dharma, por su parte tiene la función de propiciar la salvación de los seres humanos que habitan la tierra, ya que el eco de su sonido difunde las enseñanzas de Buda. Y por último el gong, cuyo nombre no recuerdo, y que con forma de nube, salva a todos los seres del cielo, mientras que el pez, con el que se toca, se encarga de salvar a todos los seres marinos.
       Una vez subimos el siguiente tramo de escaleras llegamos al Daejeokgwangjeon, que es el centro arquitectónico y espiritual de este templo, con pinturas en el exterior narrando la vida de Buda y la de los monjes que construyeron este templo, con unas espectaculares escultura doradas de Buda en su interior, el lugar donde los monjes realizan sus oraciones. Las decoraciones, desde el techo al suelo, son abigarradas y coloridas.


Detrás de este edifico, encontramos unas espinadas escaleras que nos llevaran directamente a los cuatro edificios donde se custodia las Planchas del Tripitaka. Auque antes deberemos de traspasar tres puertas con formas geométricas diferenciadas y cuya simbología nos indica que estamos ante un lugar muy especial para los budistas. La primera puerta es cuadrada, la segunda, menos clara, tiene una forma triangular formada por  las maderas que sustentan la techumbre de madera y, por último, la que da acceso al conjunto de edificios que es circular, no es que las formas sean tan claras como yo las describo, pero la idea de los constructores, según nos explicó el guía, era la conectar los tres elementos de la naturaleza, la tierra, el agua y el cielo con el lugar donde se albergan el Tripitaka.

El Jangkyenong Panjeon, peso a lo que podríamos pensar, es un conjunto de edificios austeros y desprovistos de cualquier tipo de decoración o adorno, construidos con adobe y madera, lo que los hacen pasar casi desapercibidos comparándolos con los otros edificios del templo, y que sin embargo son los más importantes de todo el templo, por ser los que albergan el Tripitaka, la colección de planchas xilográficas más grande y antigua que se conservan en el mundo. 
Se trata de cuatro edificios construidos alrededor de un gran patio central, de aspecto sencillo y desprovistos de ornamentación, pues no podemos olvidar que ante todo son un "almacén". Dos grandes edificios rectangulares de sesenta metros de largo, por casi nueve de ancho, y ocho de altura, están franqueados por dos más pequeños a derecha e izquierda del patio central. Como casi todo en este templo, estos edificios tienen nombre propio, por el que se entra se llama Sudarajang (sala de Sutras), mientras que el del fondo, que tiene un pequeño oratorio con un buda, tiene por nombre Beopbojeon (sala de Dharma), los dos más pequeños no tienen nombres, aquí es donde se conservan las planchas del Tripitaka, si bien en uno de los más pequeños se guardan además las planchas xilográficas de otros libros, también muy antiguos.  
Según el guía, no se sabe con exactitud cuando fueron construidos los edificios, si que fueron reconstruidos en el año 1488, durante el reinado del rey Seongjong, de la dinastía Joseon, y que sufrieron algunos trabajos de mantenimiento en 1622 y 1644 y la última en el año 1964, durante esta última quedó al descubierto una inscripción en una viga que, no solo hacía mención a las anteriores reparaciones, sino que mostró a los arqueólogos como fueron reconstruidos los edificios. 
Lo más interesante de estos edificios no se ve, pero lo cierto es que los principios de hidrodinámica utilizados para su construcción han conseguido preservar de la humedad y los insectos las planchas de madera, pese a ser este un material frágil, y encontrarse este templo en un lugar con unas condiciones climatológicas tan extremas. 
La solución que encontraron sus constructores para evitar la tan temible humedad del verano y la sequedad del invierno fue muy ingeniosa. Los edificios están construidos sobre una plataforma con una base de más de 40 cm. constituida por capas superpuestas de sal, carbón, arena y cal, que se encargan de absorber el exceso de humedad provocada por las abundantes lluvias del verano, para luego liberarla poco a poco durante el seco invierno, manteniendo de esta manera un ambiente ligeramente seco, lo que propicia que, por ejemplo, en ninguna de la maderas se ha detectado moho u otro tipo de hongos.
También está regulada la ventilación interior gracia a la colocación alterna de ventanales grandes arriba y pequeños abajo, en cada una de sus paredes, lo que permite una circulación constante del aire mañana y noche, manteniendo una temperatura casi constante en su interior. Además su construcción, orientada al suroeste, impide que los rayos del sol incidan en el interior de los edificios o que el viento dominante en el monte Gaya, entre con demasiada fuerza en su interior.
Otro dato significativo para la creencia budista es el número 108, que ya mencioné antes, pues este es el número de columnas de madera que sostienen los tejados de los cuatro edificios, este número simboliza el número de impurezas y contaminaciones que separan al ser humano de alcanzar la iluminación, de modo que este una vez dentro de este recinto nos encontramos en un lugar sin impurezas.
Sin duda, todo un alarde constructivo que, con el paso de los años, se ha demostrado perfecto, hasta tal punto que cuando en 1970 se intentó construir un refugio subterráneo para guardar las planchas para evitar su posible destrucción, con todos los adelantos tecnológicos del momento, en apenas unas semanas aparecieron los primeros signos de moho en las maderas allí introducidas a modo de prueba. Es curioso observar como ni las más pequeñas arañas encuentran un lugar adecuado para tejer sus telas dentro de estos edificios.


        Tripitaka es una palabra sánscrita, que viene a significar "tres cestas", que se suponen los recipientes originales donde se conservaron unos escritos que recogían una series de normas budistas de conducta monástica, discursos de Buda y comentarios sobre diversas Sutras budistas escritos por antiguos eruditos. Según el guía, es la versión más antigua conservada de estos preceptos, y aunque las primera versión se comenzó a tallar en madera en el año 1011, la misma fue completamente destruidas en el año 1232, durante la invasión mongol de Corea. La que hoy podemos ver, se comenzó a gravar a partir del año 1236, un trabajo que se prolongó durante 15 años y que se conservan en este templo desde el año 1398, fecha en la que fueron trasladas desde la isla de Kanghwa con el fin de preservarlas de las continuas guerras que asolaban el país.

Según me dijo el guía, se conservan 81.258 Planchas del Tripitaka aunque, como dije antes, en los edificios laterales hay además otras 82 xilografías antiguas pertenecientes a otros libros, de modo que las xilografías conservadas, en total, asciende a la cantidad de 81.350. La madera usada fue de abedul y de magnolio, sacada de unos troncos que tras cortarlos estuvieron sumergidos en agua salada durante tres años, luego de serrarlos en tamaños más pequeños se hirvieron en agua salada y se dejaron secar a la sombra. Aquellos tablones fueron cortados en un tamaño de 70 cm. de largo por 24 cm. de ancho y un grosor de entre 3 y 4 cm., planchas a las que, para evitar cualquier torsión, se le colocaron unos listones sujetos con trozos de bronce remachado en los extremos, cada tabla pesa entre 3 y 4 kilos y, según me dijo, los investigadores creen que en las mismas se tallaron más de 52 millones de ideogramas, unos 644 en cada plancha, dado que las mismas están talladas a ambos lados. También afirman que de han detectado 30 caligrafías distintas, aunque todas imitando un tipo de caligrafía China famosa en aquellos años, por lo que se supone que fueron treinta los maestros calígrafos que prepararon los calcos para las planchas. Los mismos eran pegados del revés a la tabla de madera, de manera que los tipos fueran tallados especularmente, con el fin de que tras la impresión saliera al derecho, tras este proceso pasaba a manos de los tallistas. El estudio de estas planchas hoy en día es difícil, puesto que los ideogramas están en chino clásico. El guía me informó que tras un análisis de todas las planchas, solo en ocho se han detectado errores, en un caso se cambió una línea completa y en el resto solo ideogramas sueltos.
Estos datos me hacen reafirmarme en la hipótesis que sostengo, de que de aquellas correcciones surgió la idea de tallar, primero en madera y después fundir en metal, los primeros tipos móviles coreanos, pienso que la altura de los tipos es deudora de esas correcciones.
Lo cierto es que estamos ante una obra descomunal, buena muestra de ello es que los 6.568 libros que conforman la impresión de todas las planchas, ocupan una gran habitación construida en el primer edificio, sobre el pasillo de acceso al patio central.



      Para los coreanos que profesan la religión budista, aquel recinto tiene una gran importancia espiritual, por aquello que dije de la carga simbólica, ya que las planchas del Tripitaka libran, por si solas, a los edificios de impurezas, de modo que en aquel lugar es más fácil alcanzar la iluminación. Esta es una de las razones por la que los visitantes coreanos hagan continuas reverencias, dirigiendo su mirada a las planchas, a los libros, y a todos los rincones del edificio. En el año 2007, la UNESCO declaró la colección de xilografías del Tripitaka coreano y los edificios que las contienen, Patrimonio de la Humanidad.
Por un momento yo también alcancé el éxtasis, tras un paseo junto a los cuatro edificios, contemplando las estanterías abarrotadas de xilografías desde el suelo al techo, viendo como las planchas estaban dispuestas en once tandas superpuestas, que silencio. Este fue un paseo con la esperanza de que al escudriñar en el interior de los mismos, pudiera empaparme de algo de su magia. Pero lo realmente  sentí en aquel recinto fue una inenarrable emoción de poder ver, por fin, aquellas xilografías, y tomar consciencia de la enorme cantidad de planchas allí depositadas. Este era, sin duda, una de las razones principales de mi visita a Corea del Sur, el poder sentir la historia de la imprenta coreana tan cerca de mí.
Desde aquel recinto nos dirigimos directamente a la salida del templo, aquello fue el paseo más lento de mi vida, yo creo que en el fondo no quería irme, pero sobre todo porque era necesario asimilar todo lo vivido y grabarlo en lo más profundo de mi recuerdo. De modo que, aquel fue un momento para la reflexión y el agradecimiento hacia las personas que lo habían hecho posible.
Finalizada la visita, y todavía con la emoción a flor de piel, mi acompañante le pidió al guía que nos recomendara un lugar cercano donde poder cenar, dado que él era vecino del lugar. 
Aprendiendo a usar los palillos.
Solo puedo deciros que amablemente realizó una llamada para reservarnos una mesa en un establecimiento muy famoso por una especialidad que en otoño no podíamos dejar de probar, y que con una traducción más o menos libre venía a ser "sopa de setas de racimo frescas", algo que ni yo, mi mis acompañante habíamos probado en la vida, pero de la que ellos si que habían oído hablar. Como pueden observar, dedico muchas líneas del texto a la gastronomía, sin duda se debe a la continua sorpresa que cada uno de los restaurantes me deparaba. 
El local era espacioso y muy ordenado, y para nuestra suerte hoy no estaba muy lleno. En esta ocasión la presentación de la mesa llamó poderosamente mi atención, ya que cada uno de los productos estaba depositado sobre una hoja fresca de sésamo, lo que le daba un colorido mayor, si cabe, a la mesa.

 
 En este viaje una de las cosas que más me ha gustado han sido las comidas, todo me impresiona, aquí las setas, en otro restaurante el pollo, o las hojas de sésamo hervidas y la raíz de loto en otro. Sin duda la mesa coreana es un festival para los sentidos. 
No pretendo abrumarles repitiendo lo mismo una y otra vez, de modo que a partir de ahora sólo les referiré las especialidad culinaria que más me impresionen en cada establecimiento, dando por sentado que el resto de platos de acompañamiento, sin ser nunca iguales, cumplen precisamente esa función, la de acompañar al plato principal y por mucho que intente describirlos, lo interesante en llevárselos a la boca.
La famosa sopa de Setas.

Sólo les diré que aquella famosa, y festejada por mis acompañantes, "sopa de setas de racimo frescas" tenía un agradable aroma y un sabor exquisito, la textura de aquellas setas al masticarlas era muy interesante, pero debo confesar que mi paladar es demasiado simple para esta exquisitez, sobre todo después de ver la cara de satisfacción de mis acompañantes, aquello era un manjar de dioses.
Para cuándo terminamos la cena, solo eran las siete de la tarde, de modo que nos acercamos al Parque temático para ver la iluminación de unos globos que durante todo el día los operarios habían ido colocando. Por un error de cálculo nos adelantamos un día, por lo que no nos quedó más remedio que darnos un paseo por los alrededores.
Cerca de las nueve de la noche finalmente nos dirigimos al hotel, el día había vuelto a ser intenso y todos merecíamos un descanso, aunque para mi, era el momento de reflexionar sobre las vivencias y sobre todo compartirlas con mi familia y amigos de Facebook. 






Continuará

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