domingo, 12 de enero de 2014

CRÓNICAS COREANAS - 대한민국 (3º día - 1ª)

DÍA 3.-  27 de septiembre, viernes.
Del acto de apertura del Festival del Tripitaka 2013, y de gastronomía coreana.

      Hoy habíamos quedado a las 8,30 para desayunar, pero cuando yo llegué al comedor del hotel, mis acompañantes habían dado cuenta de un festín de más de diez platos, algo para mí impensable. Debería de pasar más tiempo en este país para acostumbrarme al desayuno coreano, mi estómago a estas horas debe de estar todavía durmiendo, pues soy incapaz de ingerir tal cantidad de comida. Algo que para ellos resulta lo más normal del mundo, pues desayunan, almuerzan y cena de la misma manera, un montón de platos. 
      Cuando me senté, y por más que mi guía le explicó al camarero que yo sólo quería un vaso de café y un trozo de pan tostado con mantequilla, tuve que aceptarle un plato de huevos revueltos, acompañados de trozos de frutas, dos rebanadas de pan tostado con mantequilla y un café con leche, al final debo de reconocer que un magnífico desayuno.

La entrada al Parque Temático.








     Ya preparados, cogimos el coche para acercarnos al Parque donde hoy abría sus puertas al público el Festival del Tripitaka 2013, pues el día anterior había sido la presentación oficial y nosotros no pudimos ver nada de los expuesto en los distintos pabellones, dado que preferimos disfrutar de las actuaciones musicales. 
    Cuando llegamos, en la entrada principal, un grupo musical estaba recorriendo toda la explanada de acceso, 
catorce personas ataviadas con ropas tradicionales, interpretaban una música rítmica y animada con gongs de bronce y tambores, entre los que destacaba uno con forma de reloj de arena, el Pungmul Janggo y que, según me explicaron después, es el instrumento emblemático de la música tradicional en Corea. Lo cierto es que aquella música envolvía y sobre todo invitaba a sumarse al cortejo bailando, cosa que varias de las espectadoras hicieron, yo no me atreví, aunque me hubiera gustado.

En esas estábamos, cuando llegaron al recinto cuatro chicas ataviadas con unas bandas, según me comentaron, era las reinas de la belleza de Hapcheon, y estaban aquí para participar en la ceremonia de apertura del Festival de este año. Como el momento era el adecuado, le pregunte a Jeon si podría fotografiarme con ellas, consultadas, se mostraron encantadas de hacerse una foto con un extranjero, por cierto, que una de ellas le dijo a mi intérprete que para ser occidental no era del todo muy feo, un cumplido en toda regla.
Poco a poco pude ver como se ultimaban los últimos detalles para el acto oficial de apertura del Parque temático del Festival del Tripitaka2013. Colocaron a las cuatro chicas bajo una especie de globos metálicos de los que colgaban unas largas cuerdas, las autoridades y organizadores se fueron colocando en la escalinata de acceso para dar comienzo al acto de apertura. Yo, como el resto de público, estaba esperando cuando, inesperadamente, me dice mi acompañante que, por favor, pase a ocupar mi lugar, a lo que sorprendido le pregunto ¿qué lugar? y me señala un espacio entre el presidente del comité organizador y el representante municipal de Hapcheón. Por un momento me quede desconcertado, nadie me había dicho nada, o puede que si y no lo hubiera entendido. Lo cierto es que el día anterior, mientras mi acompañante informaba a la organización de mi llegada, le informaron que para el día siguiente esperaban contar conmigo para el acto de la apertura del festival de este año. Sin duda un inesperado honor.

Colocándonos los guantes para tirar de las cuerdas.
Una vez situado en mi lugar, el Sr. Kim Yi-Soo, presidente ejecutivo del Comité Organizador, dirigió unas palabras al centenar largó de personas que esperaban el comienzo del festival y a los medios de comunicación allí presentes, luego nos invitó a colocarnos unos guantes blancos, que las chicas nos ofrecieron, para con ellos coger las cuerdas de los globos. Aquellas cuerdas estaban dispuestas para que al tirar se abrieran aquellas esferas y se liberara una lluvia de confeti, al tiempo que los globos se abrían, unos fuegos artificiales fueron disparados al aire, lo que le dio al acto un toque majestuoso y espectacular.
      Lo cierto es que yo era el único extranjero presente, de modo que no me extrañó cuando los distintos medios de comunicación presente se acercaron a mi, yo creí el acto concluido y pensé que lo único que querían era sacar unas fotografías de tan "importante" invitado, pero no, me indicaron que iba a tener el privilegio de ser la primera persona en entrar este año al Parque del Tripitaka, de modo que con la entrada número uno, subí los escalones con la intención de entregársela a la persona situada en el control de acceso al recinto. Con ella en la mano y ante los fotógrafos y cadenas de TV coreanas presentes, traspasé el control y pasé al interior. 
El primer visitante del 2013.
      Sin duda este ha sido el acto más importante en el que, hasta el momento, he participado en mi vida, por lo que no puedo dejar de mostrar mi agradecimiento a los organizadores por haberme hecho participe de ese momento tan especial. Muestra del interés despertado por este acontecimiento en Corea es que, para primeros de noviembre, el Festival había recibido más de un millón y medio de visitantes.
      Ya en el interior, una periodista me realizó una entrevista, en la que mostraba su extrañeza ante el interés mostrado por un escritor español en visitar el Festival del Tripitaka. Le hablé de mi relación con la imprenta, del capítulo que incluí en mi libro sobre los orígenes de la imprenta en Corea y de cómo gracias al mismo, había sido invitado a conocer los orígenes de la imprenta en Corea. Le dije que estar aquí, para ver tanto las planchas del Tripitaka conservadas en el Templo de Haein, como todo el material expuesto en los distintos edificios de este Parque, eran razones más que suficientes, pues ahora vería con mis propios ojos lo que solo conocía eran a través de los trabajos de investigadores que había leído.
Finalizada la entrevista, me dispuse a visita a los distintos recintos, pero, como entre edificios permanentes y carpas el parque tiene siete espacios diferenciados en cuanto a su contenido expositivo, todos ellos relacionados con la Tripitaka Coreana y con el Budismo, había que decidir por donde comenzábamos. Como ya deje escrito antes, se encuentran distribuidos alrededor de la Plaza del Milenio, que además tiene instaladas en el centro una serie carpas con talleres de actividades manuales, así como un espacio para juegos tradicionales. Los guías recomendaban comenzar el recorrido por la izquierda, una sugerencia se basaba en que la mayoría de visitantes eran budistas y que en ese orden se encontraban los pabellones relacionados con dicha religión, sin embargo, en el sentido contrario se hallaban los relacionados con la imprenta, por lo que sin dudarlo un instante iniciamos la visita por la derecha. 
El primer edifico que visité fue el llamado "Recorded Culture Hall", un edificio de dos plantas dedicado a la primitiva técnica de impresión con matrices de madera, donde nada más entrar, me topé con una muestra de impresiones, contemporáneas, realizadas utilizando las planchas con imágenes del Tripitaka y que sumaban más de treinta y nueve láminas, junto a una vitrina con dos de las planchas originales. La intención de aquellas imágenes, eran las de explicar la doctrina budista más fácilmente, sobre todo entre las personas iletradas.
En diversas vitrinas y paredes pude ver, desde láminas impresas, a antiguas planchas xilográficas originales, de libros impresos con este sistema, a carteles con letras talladas para se colocados sobre las casas.
La enorme imagen de un Buda impreso era magnífica, pero más impresionante fue ver una xilografía, de casi dos metros de altura. Y que decir de una plancha xilográfica, original del siglo XVII, de más de un metro de altura. 
En otras vitrinas pude ver decenas de antiguas planchas junto a los impresos originales realizados con ellas, un ejemplar impreso en el siglo XIII, un cilindro de madera tallado para realizar de este modo impresiones continuas, o sellos para imprimir estampas con imágenes a modo de amuletos, un producto que parece que fue muy demandado en una época no muy lejana de la historia coreana. Entre las piezas vistas recuerdo una enorme estampa en negativo con la imagen de Buda.
De cerca, aquellas planchas xilográficas dejaba ver la pulcritud, perfección y limpieza en el trabajo de los artesanos de los siglos XV o XVI, sobre todo en los cortes de las letras e imágenes, observar lo perfectamente pulido que dejaban el espacio rebajado de las planchas, dejaba muy claro lo en serio que aquellos artesanos se tomaban su trabajo.
Pude ver xilografías manchadas con el color de la tinta con la que se estamparon los últimos ejemplares hacia más de ciento cincuenta años, como la usada para estampar el Amoghavajra Dharani en 1862, con un color salmón precioso.



Había también bloques tallados que eran utilizados para decorar las portadas de los libros con un ingenioso sistema, se colocaba una hoja de papel sobre la madera para después ser frotaba con cera virgen, y a continuación pulida con una piedra hasta obtener una imagen brillante del grabado.
Entre las joyas que tenían expuestas, se encontraba una novela impresa, en xilografía, en los últimos años de la dinastía Joseon. Lo que hacía que este ejemplar fuera especial era que, durante la invasión japonesa, este tipo de literatura fue prohibida y todos los ejemplares destruidos, conservándose actualmente solo este ejemplarEn otra sala exponían una pieza muy singular, un libro que recogía los cinco preceptos fundamentales de la moral humana, y que se guardaban dentro de una caja realizada con varias de las planchas que se utilizaron para imprimirlo. En resumidas cuentas, aquello resultó toda una experiencia para conocer algo más sobre el antiguo sistema de impresión con plancha de madera, que durante la dinastía Goryeo brilló especialmente en Corea.

Junto a las artistas de Busan.

Aunque la visita me deparaba una última sorpresa, pues en una de las salas del edificio, unas artistas de la ciudad de Busan, habían instalado un pequeño taller litográfico con planchas de aluminio presensibilizadas con las que realizaban la impresión de las imágenes que los visitantes dibujában. Para alguien que como yo ha desarrollado parte de su vida laboral en una imprenta offset, aquellos materiales resultaban muy familiares, pero desde luego la original idea de trasladar los dibujos a la planchas y estamparlos en un tórculo me pareció simplemente genial.

       Finalizada la visita a este edificio pasamos a una carpa levantada para la ocasión, un espacio desdichado a la historia de la Tripitaka Coreana, la "Goryeo Tripitaka Koreana History" allí se mostraba la historia y vicisitudes de la realización de las más de 80.000 planchas del Tripitaka. 
Los distintos paneles y reproducciones me hablaban de una obra descomunal realizada por un pueblo al borde del abismo y que encontró en el mensaje que aquellas xilografías encerraban una razón de resistencia y futuro. Aquí la mezcla entre la labor artesanal y la religiosa era difícil de diferencial, sin embargo el resultado de tan asombroso trabajo podía verlo aquí. Después de pasear por las distintas salas y ver un vídeo sobre lo que pudo haberle ocurrido a las planchas del Tripitaka durante la guerra de Corea, de no ser porque un piloto coreano incumplió la orden de bombardear el Templo de Haein, yo pensaba que era maravilloso que aquellas xilografías hubieran llegado a nuestros días casi intactas.
      Una vez fuera de la carpa, nos acercamos a la plaza central o del Milenio, donde se encontraban unas pequeñas carpas que estuvimos curioseando, en una había un artista-calígrafo que me dijo que había llegado a exponer sus trabajos en Barcelona y al que compré una de sus obras, en otra unas chicas que decoraban con henna las manos, en esta el público era casi todo de chicas jóvenes. Y finalmente una que llamó rápidamente mi atención, en la misma habían instalado un pequeño taller donde los visitantes podíamos imprimir, sobre una réplica de las planchas del Tripitaka, nuestro propio ejemplar del Tripitaka, aquí pude comprobar que este es un sistema de impresión rápido y eficaz, sobre todo sí uno entinta y presiona cuidadosamente, como fue mi caso.


Realizando una estampación.
       Para finalizar la visita, nos dirigimos a una zona de juegos populares donde había instalados unos balancines donde intentamos, mi guía y yo, sin mucho éxito por mi parte, columpiarnos a base de dar pequeños saltos.
Como la curiosidad me hacia detenerme a cada paso, para cuando llegó la hora del almuerzo, solo había visto menos de la mitad del Parque.
Pero estaba claro que la mañana ya no daba para más, entonces, mi guía, me propuso que conociera, por fin, un autentico restaurante popular coreano. El mismo se encontraba situado en un recóndito lugar en la falda del monte Gaya y era conocido como "Baek Sook". Según me dijo era sobre todo conocido por preparar un fabulosa sopa de ave, una especialidad de la que, con una traducción más o menos aproximada, tomaba el nombre "Sopa de Pollo". No fue fácil llegar, pues la carrete era estrecha y sinuosa, estaba situado entre un frondoso y verde bosque donde destacaban pinos, castaños o robles, lástima no haber estado por allí unos días después, pues a mediados de octubre las distintas especies de árboles empiezan a cambiar de color y este bosque es espectacular.
 Bueno, debo de aclarar que nuestro concepto de restaurante no tiene comparación con algunos de los visitados en Corea. Era este un pequeño establecimiento, familiar y sencillo, con un azofaifo justo a la entrada de un comedor situado en una especie de terraza cubierta donde se distribuyen varias mesas bajas, este tipo de mesas obliga al comensal a sentarse en el suelo sobre cojines, el comedor se encuentra junto a la casa de los dueños, donde se ubica la cocina, que es la familiar, en este caso fue la dueña la que nos atendió y cocinó los impresionantes platos que uno a uno fue desplegando sobre la mesa. Para el que está acostumbrado a comer normalmente un solo plato y a usar el tenedor o la cuchara para comer a paletadas, la sutileza de los palillos metálicos coreanos separando con elegancia una a una las hojas o cogiendo con destreza un trozo de carne para sumergirlo en salsa antes de llevárselo a la boca, dejó claro que a la mesa coreana la occidentalización no había llegado.

El primer día de mi estancia en Corea, habíamos comido en un restaurante japonés en Paju, y el segundo lo hicimos en un restaurante para turistas, que si bien servía comida coreana el comedor contaban con mesas, sillas y ofrecían al comensal la posibilidad de utilizar un tenedor en lugar de los palillos, por lo que aún no había tenido tiempo de comprobar como comían los coreanos. Motivado por la impresión que me causaron aquellos platos desplegándose ante mi vista e influido por el maravillo paisaje de mi alrededor, le pedí a mi acompañante que me describieran los mismos según fueron colocados en la mesa.
Una vez sentados la señora nos sirvió, a modo de aperitivo, un plato con los despojos del pollo que luego nos serviría. Los higadillos, mollejas y tripas fritos en una sopa que mi intérprete tradujo como "sopa de tripas de pollo" y que a mi me resulto divertida y que en otro lugar hubiera rechazado. La misma estaba cocinada con pimiento verde, cebolla y una especie de pimentón, nos la sirvieron en cuencos individuales con unos frutos de azufaifo recién cogidos como acompañamiento.
Acabado el aperitivo la mesa se fue llenando de platitos con hojas de sésamo hervidas, trocitos de rábanos, hojas de rábano hervidas, diversos tipos de setas, el conocido tofu, cardillos, cebolla, un platito con pimientos verdes picantes, que me recomendaron no probar, salsa de soja fermentada llamada Jang, y por supuesto la afamada sopa de pollo o Baeksuk, elaborada en este establecimiento con más de veinte hierbas. Seguida de una sopa de arroz con hongos, zanahoria, pimientos y otras especies. La bebida en esta ocasión fue una bebida de maíz, menos fuerte que el Soju. La comida concluyó con una infusión algo extraña para mi, un té de flores y hojas de azofaifo llamado daechucha, que ciertamente tenía un sabor singular.
Introduciré aquí una anécdota algo escatológica, que espero sepan disculparme, había visto a mi guía levantarse al finalizar la comida para ir al urinario, por lo que antes de marcharnos le pedí que me indicara donde se encontraba para poder yo orinar, pues entre los licores y el agua bebida la vejiga no da para mucho más. Me dijo que los espacios para tal fin se encontraban en una pequeña habitación construida a la entrada de la parcela, pero separada convenientemente de la vivienda, y que mejor me esperaba hasta llegar al hotel. Ante mi extrañeza, me aclaró que en la mayoría de las zonas rurales en Corea, y especialmente en una zona como esta, las viviendas no tienen sistemas de evacuación para las aguas residuales, de modo que se construía un pequeño habitáculo con una taza turca sobre un pozo ciego, por lo que se pueden imaginar que en aquella caseta el olor podía resultaba nauseabundo y que era recomendable no entrar. Sin duda aquella era una manera ingeniosa y barata de conseguir abono para sus tierras.

No veía la hora de llegar al hotel, además de por la razón que ya saben, porque esa tarde se anunciaba interesante. Durante la visita de la mañana al Parque del Tripitaka, mi guía había quedado con una chica de la organización para que nos subiera en coche al Templo de Haein, en efecto, el lugar dónde se conservan las planchas del Tripitaka, un espacio al que sólo se puede acceder a pie, y en el que el que los vehículos están muy limitados, pero que en mi condición de invitado especial se haría una excepción, por suerte para mi. De modo que concluida aquella interesante experiencia gastronómica, y tras un breve descanso en el hotel, estaba de nuevo dispuesto a empaparme de historia del antiguo arte de imprimir con madera.





Continuará

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