jueves, 31 de mayo de 2012

La ventaja de tener tinta en las venas


Con motivo de la presentación del libro TYPOGRAPHICA apareció esta magnifica entrevista que me realizaron y publicaron en el diario granadino IDEAL, de la genial mano del periodista y escritor Andrés Cárdenas. En ella dejo clara cual es mi opinión sobre la imprenta tipográfica y sobre el futuro de la misma. Yo creo que cuando la imprenta artesanal logre tener su propia discurso plástico y artístico, será cuando realmente renazca de los escombros gutemberiano que estan resultando de la demolición que hace tiempo iniciaron las tecnologías electrónicas. Gracias Nani Sahra Walker por tu maravillosa fotografía.



Sobre el libro TYPOGRAPHICA, también se ha escrito en respetadas y respetables páginas web:
http://300puntos.info/2012/05/presentacion-del-libro-typographica-la-historia-del-arte-de-imprimir/
http://www.unostiposduros.com/typographica-la-historia-del-arte-de-imprimir/
http://graffica.info/2012/05/24/typographica-la-historia-del-arte-de-imprimir/

miércoles, 16 de mayo de 2012

Typographica.

La historia del arte de imprimir.


  Los Maestros impresores hasta finales del siglo XIX eran los únicos que, juntos con los autores, realmente escribían libros. Los unos con plumas y los otros con sus componedores y los tipos de plomo. ¡Lástima no haber vivido en aquel tiempo!
  Imagino la emocionante experiencia al poder escribir TYPOGRAPHICA con ambos instrumentos, algo sólo reservado al exclusivo grupo de escritores-tipógrafos, que en la larga historia del libro han compartido pluma y componedor, listado al que me gustaría sumarme pese a que este libro se escribió y compuso en un ordenador, es lo que tiene vivir en el s. XXI.
Del primero que tengo noticias es del agrónomo e impresor chino Wang Zhen autor del Nong Shu, un importante tratado medieval sobre prácticas agrícolas que fue impreso en el año 1313, Para hacer aquel libro, escrito, compuesto e impreso por él, tuvo que tallar más de 60.000 ideogramas independientes de madera e idear un sistema para su almacenamiento.
Tras este primer escritor-tipógrafo, para volver a encontrarnos con escritores que además imprimieran sus propios textos, tendremos que avanzar unos centenares de años en la historia para descubrir a personajes de la talla de Aldo Manuzio, famoso impresor veneciano que abre la nómina de quienes escriben e imprimen sobre su oficio y que en 1561 sacó de sus prensas el Epitome de Orthographiae, Pierre-Simon Fournier con su Manuel typographique impreso en 1569 o Margarita Dall’Aglio, viuda de Giambastista Bodoni, que imprimió en 1818 el Manuale tipografico del cavaliere Giambattista Bodoni. Todos ellos fueron realizados por hombres y mujeres que, ante todo, fueron impresores o cajistas que escribían de lo que sabían y lo hacían con el oficio aprendido tras años de aprendizaje y observación.
En cuanto a los españoles, hay dos personajes que por su carácter humanista destacan por encima del resto, pese a que hubo otros impresores que escribieron e imprimieron en sus talleres sus libros. Se trata de Juan Caramuel y Alonso Víctor de Paredes.
A Caramuel se le tiene por el primer español que escribió un tratado sobre el arte de imprimir, el Syntagma de arte typographica, publicado en Lyon en 1664. Por lo que dejó escrito sabemos que conocía el oficio de componer y de imprimir. A él pertenece la frase: «Estamos en deuda con los impresores cuantos escribimos libros» 
De Paredes, sabemos que su Institución y origen del Arte de la Imprenta y reglas generales para los componedores fue escrito con la ayuda del componedor “como avia de gastar el tiempo en escrivirlo, le fuy gastando en irlo componiendo” y que lo sacó de la prensa en 1680. Él dejó impreso ‘‘Asimilo yo un libro a la fábrica de un hombre /…/ a esta fábrica, pues, debemos todos cooperar con acierto, cada uno en lo que le toca, porque, si el componedor permite que salga a luz libro de mala doctrina, mejor fuera no hacerle, aunque más bien adornado esté en lo demás, porque no viéramos tan horrible monstruo; si lo que el libro contiene no es mala doctrina, pero está mal compuesta y con erratas graves, también es monstruosidad; si en la prensa se descuidan, parece mal y se hace aborrecible; y así encargo mucho que los impresores obren con deseo de acertar en materia que tanto importa 
Pienso como Caramuel que los escritores debemos más de lo que pensamos a los impresores y como Paredes creo que para que un libro sea una realidad, escritores e impresores debemos cooperar en lo que a cada uno corresponde para que el mismo, en su contenido y aspecto, no sea aborrecible al lector. 


TYPOGRAPHICA es un libro de “largo recorrido” en su concepción y espero que en su vida en soporte papel. Si yo no fuera como soy en cuestiones tipográficas, un tipo incapaz de ver la realidad como es y empeñado en hacerle ver al resto del mundo lo equivocados que están, este libro nunca se habría escrito. ¿Para que hablar de algo que ya no existe?. Pero es lo que ocurre cuando tus sentidos experimentan con los tipos de plomo o la tinta de imprenta. Entonces, tu mundo se trastoca y regresas a un tiempo en el que las imprentas se tocaban, se olían y sobre todo se oían. De esos espacios salieron los primeros libros y en ellos comenzaron a escribirse las primeras líneas biográficas de los protagonistas que pululan por las páginas de este libro.
Aunque sobre la historia de la imprenta se ha escrito mucho y bien, tiene este libro aportaciones originales que modernizan muchos de aquellos textos decimonónicos que han fijado en nuestra memoria fechas, datos y personajes de una manera indeleble.
Desplazar hasta la lejana península de Corea el nacimiento de los tipos móviles fundidos en metal, sin dejar de reconocer la genialidad del invento gutenberiano, creo que es uno de los logros de TYPOGRAPHICA. Situar en un tiempo de cambio la contradictoria personalidad de Gutenberg o las complejas figuras de Fust o Schöffer, ayudara a engrandecer sus aportaciones a la historia de la imprenta a la par que a humanizarlos, pues demasiados panegíricos han desdibujado la realidad. Otro aspecto novedoso de este libro es la traducción al español del Instrumento Notarial de Helmasperger, en el que podremos por primera vez leer lo sucedido en el famoso juicio entre Fust y Gutenberg. 
Para las nuevas generaciones de diseñadores, maquetadores y profesionales de las Artes Gráficas, es este un libro que les ayudará a conocer los orígenes de su oficio mostrándoles, de paso, que su profesión no es sino un eslabón más de la larga cadena de acontecimientos y personajes que jalonaron la historia del arte de imprimir.
En cuanto al otro aspecto del libro, el formal, ha estado al cuidado de Manuel García y tanto el diseño como la maquetación a cargo de Mª Jesús Casermeiro, sobre su trabajo solo decir que sus páginas destilan un mimo, una generosidad en los blancos muy a la moda italiana de finales del XV, la acertada elección para el texto del tipo Janson, creada en 1685 por el punzonista húngaro Miklos Klis, una romana muy elegante y versátil y sobre todo muy legible. La profusión de ilustraciones consigue hacer aún más atractiva su lectura.

Considerando el aspecto artesanal y artístico que la imprenta con tipos de plomo está recuperando y de la que soy un reconocido activista, la Editorial ha decidido realizar una edición limitada, cuidada y exquisita de 100 ejemplares de arte, en el que cada libro va numerado (en árabe) y firmado, su presentación es “en rama” (cuyos pliegos están plegados pero no encuadernados con una cubierta a la japonesa realizada por Manuel García) y en los que además, cada ejemplar se acompaña de una estampa tipográfica original, también numerada y firmada que fue realizada, compuesta e impresa en una prensa Boston de platina en la Imprenta Artesanal Marvel especialmente para este libro.



Typographica.
La historia del arte de imprimir.
Francisco de Paula Martínez Vela
Editorial Point de Lunettes
ISBN: 978-84-96508-57-6
Precio: 15 €
Precio Libro de Arte: 50 €

martes, 8 de mayo de 2012

Oficina TYPOGRAPHICA

Recuerdo que durante las soporíferas clases de latín en el bachillerato, no debía de andar muy fino en atención, cosa de las hormonas supongo, porque en todo lo referente a esta lengua clásica no son dudas, es una enorme laguna a la que me enfrento... sin saber nadar.

Según me indicaba mi editor Manuel García, en latín, Typographica es solo un adjetivo, por lo que necesita acompañarse de un sustantivo para que signifique algo. Así este adjetivo lo podemos encontrar en muchos títulos de libros junto a Principia, Sintagma, Ars, Incunabula, Biblio, Monumenta, en fin, toda una serie de nombres que le ayuden a expresar alguna características o propiedad. ¡Ah! se me olvidaba, y también Oficina.

De Typographica, sin sustantivo, ya les hablaré en otra entrada, pues ese es el título de mi libro que en unos días presentaré en este blog.

Manuel Benavides y Francisco de Paula en la Oficina Tipográfica

Comentaba todo esto, porque durante la Feria del Libro celebrada en Granada durante el pasado mes de abril, tuvimos abierta al público una Oficina Typographica en la que mostramos el funcionamiento de un pequeño taller de imprenta como los que estuvieron en funcionamiento en España hasta bien entrada la mitad del siglo XX. Utilizo el plural porque en el proyecto, auspiciado por la Delegación de Cultura de la Diputación de Granada, estuvimos mi amigo Manolo López Benavides y yo durante los nueve días que duró el evento, mañana y tarde, atendiendo a cuantos niños y adultos se acercaron con curiosidad e interés a conocer este antiguo oficio.

La experiencia fue enriquecedora por cuanto la mayoría de los visitantes nunca había visto ni una Minerva en funcionamiento, ni un chibalete de tipos de plomo. Todo era nuevo para ellos, aun cuando los Chibaletes y las dos minervas manuales, que tuvimos funcionando, fueran construidas en las postrimerías del siglo XIX. Tanto la minerva Boston de palanca, como la de pedal podéis verlas en funcionamiento en alguno de estos videos así como en el montaje fotográfico que ha preparado Manolo Benavides y a través del que podréis ver desde los preparativos previos a las actividades realizadas durante la feria y lo más importante, las visitas que recibimos, desde unos pequeñajos que apenas alcanzaban a la palanca de la Boston, a los alumnos y alumnas de Artes Gráficas de la Escuela del Ave María San Cristóbal, sin olvidar la activa e interesante visita de los amigos de 300puntos, la Comunidad de Diseñadores Gráficos de Granada que compartió con nosotros durante toda una tarde la pasión y el amor por la imprenta con tipos de plomo.
 
Desde luego la imprenta tipográfica está encontrando su lugar ante el empuje sin retorno de la imprenta digital, no puedo saber el lugar que el futuro le deparará a las Artes Gráficas, pero lo que puedo afirmar es que la Imprenta Artesanal ya tiene el suyo junto a las Bellas Artes. Ha renacido de sus cenizas convertida en arte, lugar que ya ocupó en el siglo XV

VIDEOS/FOTOS OFICINA TIPOGRAFICA:



viernes, 4 de mayo de 2012

IMPRESO EN GRANADA


Aunque al principio esta entrada estaba pensada para narrar la experiencia vivida en la Oficina Tipográfica instalada durante la pasada Feria del Libro de Granada, el hecho de haberme encontrado rodeado de libros, me hizo recordar un singular impreso conservado entre los fondos del Archivo de la Diputación de Granada que descubrí durante la preparación del material a exponer en una vitrina, y que pude ver y sobre todo “tocar” gracias a la amabilidad, profesionalidad y buen hacer entre legajos y libros de Amalia Gijón y Julia Olivares. A veces, uno se topa con curiosidades bibliográficas sobre las que se impone reflexionar en torno a la imprenta. 

La principal novedad es la de encontrarme no ante un ejemplar, como es habitual en los archivos o bibliotecas, sino ante una buena parte de la tirada de aquel libro, más de 50 ejemplares bien conservados, convenientemente empaquetados por docenas y preparados para su envío al encuadernador y posterior distribución. Pero además, y esto es lo que llamó mi atención, la portada que abre el libro no hace referencia ni al título de la obra, autor u otros datos relativos al contenido de la misma. Lo primero que el lector encuentra en la cincuentena de libros es, en el interior de una orla xilográfica, un escudo real dentro de un recuadro y ocupando más de la mitad de la hoja “Impresso en Granada, en la Imprenta Real”, con el remate de unas estrellas decorativas. 

Con el paso de los años la estructura del libro cambió, los ejemplares se encuadernaban con su cubierta, y abierto el libro la portadilla o anteportada era la primera página impar impresa, justo antes de la portada, la misma era destinada a hace constar el título resumido y el nombre del autor, ya que la portada se reserva para el título del libro y el nombre del autor completo. Los datos del impresor o la imprenta, así como otros aspectos técnicos relativos a la edición eran impresor a la vuelta o también en el colofón, que es la última página impresa donde se incluyen datos relativos a la impresión. Pero en el siglo XVIII la práctica habitual era otra, el primer pliego impreso arrancaba directamente con la portada en cuya parte inferior se hacia constar el lugar, año de la impresión y el nombre del impresor o taller donde fue realizado, los libros salían de la imprenta sin cubierta para que el encuadernador la realizase a gusto del comprador del libro. 
Lo que en este libro ocupa el lugar destinado a portada, en muchos otros de la época aparece al final del mismo y no parece un error al colocar inadecuadamente un pliego de lugar, pues este, como el resto del libro está formado por pliegos de 12 páginas en cuarto (18,5 x 14cm.), por lo que su posición inicial es más que intencionada. Siguiendo esta estructura y los cuerpos de los tipos usados, sin duda, lo más relevante de este libro es que fue impreso en Granada.

Ahora bien, por la página posterior sabemos que el libro trata sobre las Ordenanzas y Constituciones del Real Hospicio de Granada, mandadas guardar por Real Orden de 10 de agosto de 1756, y aunque carece de fecha de impresión, el dato de la orden real y las características del escudo de Armas de la época de Fernando VI, con el collar de la orden del Toisón de Oro, nos ayuda a situar la impresión del mismo entre los años 1756 y 1759. Del interior, compuesto con un tipo romano, puede que salido del obrador de la fundición de tipos de la Imprenta Real de Madrid, y con una impresión bastante aceptable en cuanto a su regularidad, sólo cabe destacar la utilización de manecillas y paréntesis como elemento decorativo en la página 213 y un taco xilográfico con la imagen de un florero sobre la palabra FIN.
 
Es la Imprenta Real granadina, durante el siglo XVIII, la que mayor número de obras estampe en sus prensas, y aunque en muchas obras aparece como ubicada en la calle del Pan, carecen todos sus pies de imprenta del nombre del impresor que las realizaba, como así ocurría hasta 1710 con Francisco de Ochoa, que ostentó hasta su muerte los títulos de impresor real y del santo oficio.

¿Era un taller independiente? o, por el contrario, ¿todas las obras mandadas imprimir por orden real se hacían en alguno de los talleres existentes en Granada?. La falta de un estudio tipográfico sobre los tipos de plomo utilizados en los ejemplares de la Imprenta Real y los de la imprenta de José de la Puerta, el mejor impresor por esos años, abre incógnitas que hasta ese estudio se antojan difíciles de resolver.

La coexistencia de la Imprenta de la Santísima Trinidad, con un taller propio instalado en el Convento de los Trinitarios (la actual plaza de la Trinidad granadina) y en cuyas instalaciones sin embargo imprimieron maestros de la talla de Antonio Torrubia, con taller propio abierto al mismo tiempo, nos sugiere la posibilidad de que estas imprentas “institucionales” dispondrían del material y personal necesario para realizar la tareas propias del oficio y que, cuando el trabajo a acometer lo exigiera, contratarían los servicios de los mejores maestros impresores de la ciudad para que compusieran e imprimieran en dicha imprenta sin necesidad de utilizar ni sus tipos ni sus prensas. Sin duda resultaría más ventajoso para la orden o institución real, pues hecho el desembolso inicial de tipos y prensas solo en el caso de acometer obras de cierta importancia necesitaría la presencia de un maestro impresor, mientras que para el resto de folletos, hojas sueltas e impresos menores podrían acometerlos ellos mismos.

         Sin duda los libros impresos son una suerte de “pozo sin fondo” en lo que casi todo está por descubrir, y dependiendo de como te acerques a ellos te deparan interesantes sorpresas o, como en este caso, me sugieren nuevas líneas de investigación sobre el funcionamiento de aquellos antiguos talleres de imprenta, ¡Fantástico!, no les parece.